sábado, 22 de abril de 2017

28- QUERIDOS MONSTRUOS

Lo de monstruos, claro está, es un decir. Un convencionalismo útil, porque los monstruos monstruos no son así, como ya -ay- seguramente sabes o, al menos, sospechas.

Éstos solo son de cine; símbolos de lo distinto, lo misterioso o lo incomprensible, pero no de lo malvado. En ningún caso.

Pueden ser en ocasiones un poquito impulsivos, ansiosos, brutales, egoístas, desagradables o ladinos, pero ¿dirías que eso define a un monstruo? Porque si es así quizá alguien debiera replantearse ligeramente su condición de humano (no, tú no; digo aquel tipo del fondo), jeje.

Pero bueno, a lo que íbamos. En realidad no hay mucho que decir sobre las ilustraciones de hoy, porque sería practicamente imposible ser original, así que tan solo te dejaré con ellas, no sin antes aclarar que falta una, puesto que eran originariamente cuatro.

Naturalmente, sabes quién es el cuarto ‘monstruo’ clásico de las viejas películas que falta, y el motivo de su ausencia en esta entrada es que salvo error, no quiero repetir trabajos, y ya tuvo el honor de aparecer en otra, concretamente la primera (1- INTRO), de la que no pienso poner el dichoso enlace ‘pincha aquí’ para que, acaso, te remueva un poco la curiosidad y la busques tu mismo, si lo deseas (risa diabólica), en el archivo de entradas.

Y así pues... ahí vá eso...





La criatura es, en ausencia de un nombre propio, conocida por el apellido de su creador, un tal Dr. Víctor Frankenstein.





Una simpática maldición (mira tú qué gracia) conduce al señorito Larry Talbot por la senda de la amargura y la escabechina cada vez que la luna llena aparece en el cielo. No diré más.






De nuevo maldiciones, y venganza, y castigo y, sobre todo l’amour, jeje, l’amour fou que no conoce fronteras de espacio o de tiempo, ya sabes...
Todo esto y más en... La Momia.


Y esto es todo por hoy. Hasta pronto, queridos... monstruos.

sábado, 15 de abril de 2017

27. SOBRE UN TALLER EN LA NOCHE

Hace la friolera de doce años tuve ocasión de participar en algunas actividades para jóvenes organizadas por la Casa de la Juventud Municipal de la localidad donde vivía.

La cosa consistía en desarrollar deportes y talleres los viernes y sábados hasta las doce de la noche para ofrecer una alternativa de esparcimiento a parte  de los chavales que de todas formas ya salían a esas horas noctámbulas, reuniéndoles en un polideportivo local.

Se barajaron diversas opciones para la realización de los talleres prácticos, y hete aquí que las cabezas pensantes del asunto contactaron con un servidor para proponerme la realización de uno de ellos, de cómic. Concretados los términos del asunto, confeccioné a modo de programa de la actividad cuatro páginas en las que como introducción a la... cosa, relataba en viñetas los pasos principales para la elaboración de una historieta.

Ignoro si, finalmente, aquello cumplió el objetivo esperado de arrancar algunos jovenzuelos de los entornos nocturnos habituales, mucho menos didácticos y seguros, pero desde luego, fue para mí una experiencia muy curiosa y estimulante, que recuerdo, siempre que lo hago, con una sonrisa en los labios.

Éstas son las cuatro páginas. Notarás, claro, que están sin el texto, y es porque ciertas dificultades a la hora de reducir el peso del archivo lo hacían casi ilegible (aparte de que la rotulación dejaba un poco que desear, ejem), y he preferido que no esté a que apareciera emborronado.

Debo agradecer, por otra parte, a míster Scott McLoud, insigne teórico del arte secuencial (o tebeo, para entendernos) la divertida fórmula que tomé prestada de sus trabajos; lo del personaje narrador explicando los entresijos del asunto, y a Daniel lo de dejarlo tal y como era, en blanco y negro, ya que había empezado a colorearlo, y eso, aunque le daba más empaque visual, le arrebataba el aire espontáneo original

Y sin más rollos, éstas son las páginas...











Y esto es todo por hoy, damas y caballeros. Vuelvan por aquí pronto y habrá más (casi seguro).

sábado, 8 de abril de 2017

26 - EL CLÁSICO BROCHAZO

Como recordarás, en la entrada número siete (7) saqué a relucir del viejo arcón de los dibujos (colección personal, dicho en pomposo) unas ilustraciones basadas en algunas obras clásicas de la historia de la pintura. Hoy, casi veinte entradas después, toca ampliar la pinacoteca con tres nuevas piezas.

Como ya te comenté en su momento, la intención de éstas adaptaciones no era la réplica exacta de las obras previas, sino una adaptación rápida y espontánea, enfocada menos a la imitación precisa que a la interpretación más suelta.

A ver qué te parece el experimento...



Del maestro flamenco Petrus Christus está la versión de su 'Retrato de una joven dama', sobrio y de una expresiva inexpresividad, jeje...





Luego, Velázquez (si, otra vez él) en una de sus espontáneos estudios de personajes, en éste caso, se trata de su criado Juan de Pareja.





Y termino con mi versión de La condesa de Vilches, de Federico Madrazo, una pintura que al natural, vaya, yo diría que corta el hipo.





Hasta la próxima...

sábado, 1 de abril de 2017

25.- UNA DE LOVECRAFT




Ya te he hablado antes de mi afición por los escritos del Hombre de Providence, y has visto un par de adaptaciones al cómic de alguno de sus relatos, que puedes rastrear en entradas más antiguas. También has visto, aquí y allá, algún dibujo suelto y algún tentáculo sibilino, como que no quiere la cosa.

Pero lo de hoy es la primera parte de una inmersión monográfica en la maraña de conceptos y criaturillas que poblaron los escritos de Howard Phillips.

Si no te gusta Lovecraft, entenderás que no es fácil explicar algunos apegos a quien no los comparte, en especial si no están enraizados en alguna característica artística canónica y aceptada de forma universal, y me explico; Poe puede gustarte o no, pero no pondrías en duda publicamente su capacidad literaria (sin quedar automáticamente bautizado como un Chéspir de salón).

Bueno, pues con Lovecraft, casi pasa lo contrario; no es que su prosa sea aquel ‘torrente avasallador saltando de peña en peña’ que decía Don Vicente, sino lo opuesto; una densa y sigilosa marea que, merced a una fórmula cadenciosa y machacona, termina por empapar al lector con los conceptos e ideas deseadas. No brilla, la prosa digo, y no busca exquisitez narrativa ni filigrana artística, sino la ceación de la atmósfera precisa para el desarrollo de la historia hasta su desenlace. Y realmente algún acierto tendrá, porque sigue viva, reeditándose y llamando la atención mucho más incluso que en su propio tiempo, unos ochenta años después de la muerte del autor.

Las ilustraciones que siguen a éste tocho que acabas de ingerir (o no) son de hace más de un lustro, y se idearon para acompañar un texto supuestamente compilatorio que, sin embargo, permanece en un proceso de depurado y revisión permanente, como debe ser, y del que serás debidamente informado si en algún momento llega a ver la luz, o las tinieblas, mejor dicho.

Naturalmente, ésta primera entrega de la ‘sección Lovecraft’ va dedicada a su más conocida  creación, al no-personaje por excelencia dentro del llamado horror cósmico, al mismísimo Gran Anciano, ¡¡¡al maligno Cthulhu !!!

Que lo disfrutes...



Aquí tienes al Gran Anciano posando, en cuclillas, como para una escultura.





Ésta es una suerte de amenazador primer plano.






Aquí está sentado como ves, muerto o dormido, en su ciudad sumergida bajo las aguas del Pacífico.






Y por último, emergiendo de dichas aguas, monstruoso y maligno, listo para hacer una vez más su santa voluntad...




Hasta la próxima, paciente lector...