Ahora bien...
El gustazo de verlo acabado, pese a que desde ese mismo momento hay mil aspectos que pulirías un poco o un mucho más, compensa sobradamente todo el esfuerzo. Y esa satisfacción aumenta cuando pasas de una historia corta de, digamos, diez o quince páginas a algo de envergadura como cuarenta o cincuenta páginas y no te digo nada cuando pasas de las cien.
Es entonces cuando te aparece en la cara una especie de sonrisilla idiota que no tiene precio.
Esto no es exclusivo, claro, pasa en cualquier ámbito en el que un esfuerzo continuado acaba en final feliz, pero sí es una cosa íntima, difícil de explicar sin recurrir a clichés o al 'relato Disney', así que no te daré más la lata con ello.
El motivo de toda ésta perorata preparatoria y ésta entrada es que hace unos meses terminé una historieta larga, de ciento diez páginas y hace unos días la puse a la venta en formato impreso bajo demanda, en Amazon.
Así que aunque este post tiene una clara función promocional (¡no dejes de comprar el dichoso tebeo si aún no lo has hecho!), no deja de ser una muestra más de mi trabajo, como todo el blog.
Se trata de una historia algo siniestra, 110 páginas en riguroso blanco y negro, que abarca varias décadas y de la que te voy a mostrar la cubierta, la portada interior y varias páginas del inicio, a ver qué te parece...
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