lunes, 24 de octubre de 2016

5.- ALGUNAS VIDAS DIFÍCILES

Entre las aficiones más adictivas con las que carga un servidor desde largos tiempos atrás, el cine ocupa sin duda un lugar privilegiado, al mismo nivel que el café, los libros y los tebeos. Su hechicera influencia se remonta a las salas de barrio (programa doble y sesión continua, aunque, diablos, ya no se sabe ni qué es eso) y a las proyecciones de verano, en los pueblos; nocturnas, incómodas y apasionantes.
Luego la tele, claro, blanco y negro, dos canales y la misteriosa catalogación de los rombos, que convertía las películas para "mayores" en un territorio vasto y codiciado, precisamente por su difícil acceso, como si no hubiesen pasado ya un oficial filtro previo antes de su emisión.
Más tarde llegó el turno de bucear en las salas de versión original, filmotecas y similares, donde circulaban otras corrientes y sensibilidades, alejadas del simple e inocente entretenimiento, dispuestas a inocular bajo la piel su sutil veneno.

Entonces ya era tarde, ya estabas infectado del pegajoso virus del fotograma, y, amigos, para eso no existe cura...


***


Definido certeramente por el propio director de la película; Charles Laughton, como un enorme pedazo de mierda, Harry Powell es uno de esos personajes que se graban de forma permanente en la memoria entre los más ruines y siniestros villanos de ficción. Y no tan ficción, porque sus andanzas se apoyaban en cierto sujeto mucho más real...
Por cierto, la película, como ya sabréis es La noche del cazador.




Rio es un inusual forajido en un lejano oeste, más inusual aún, junto al océano. Duro, melancólico y tormentoso; un claro ejemplo de lo que las malas compañías pueden hacer con un muchachote de Kansas o de donde sea. Lo enigmático del personaje empapa toda la hipnótica película y rebosa en el título: One-eyed Jacks,(?), cuya "adaptación" al castellano fue, rizando el rizo, El rostro impenetrable.




Desde Elena de Troya, un papelón que ha mantenido todo su peso y potencia en todos y cada uno de los medios artísticos por los que ha pasado, es precisamente el que aquí encarna Kitty Collins; hermosa, seductora y... mortal.
Puede ser que en el fondo la femme fatale, en sí misma, no sea mala, que solo se trate de un malentendido o que las circunstancias hayan forzado la situación, pero, no nos engañemos, ése no es el caso de Kitty, y si no, que se lo pregunten al Sueco en Forajidos (The killers).




Y bueno, ésto es todo por ahora. Hasta pronto...



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